La agricultura aún sigue siendo de subsistencia

El paro de 72 horas que han iniciado los productores de la papa esta semana, sobre todo los de la zona central, debido a la fuerte reducción en el precio de la papa blanca y los bajos ingresos que reciben, es una fuerte llamada de atención sobre un problema que lleva décadas sin solución. Basta recorrer las altas zonas andinas del Perú para identificar una problemática de carácter multidimensional, frente a la cual se requiere una política transversal. Es evidente que la productividad de la agricultura en la sierra es una razón de peso que explica la diferencia de ingresos entre estos trabajadores y los de la costa. Esta última es mucho más tecnificada y ha logrado desarrollar productos cuya calidad les permite ser exportados, creando cadenas de valor que mejoran la calidad de vida del trabajador dedicado a la agricultura.

En la sierra hay esfuerzos para tecnificar y mejorar la producción de algunos cultivos, como la alcachofa y la quinua, entre otros. Pero estas iniciativas requieren ser fortalecidas por el Estado, a través de una política ordenada y estructurada. Hace dos años, subiendo a las alturas de Cusco con pobladores de la zona, arriba de los 4,500 m.s.n.m., ellos me enseñaban comunidades que antes habían sido grandes productoras de papa y que incluso, con el apoyo de ONG internacionales, lograron exportar su producción a Europa. No obstante, la falta de conocimientos financieros y empresariales trajo como resultado que los comuneros derrochen el dinero y se generen problemas de gobernanza; al extremo que al finalizar el apoyo de la ONG, la comunidad regresó a su producción de subsistencia.

La situación empeoró con la llegada de los programas de asistencia social, pues —en opinión de los pobladores— antes los comuneros se organizaban para comprar semillas y tractores, y vender lo que producían. Pero con la llegada de Pensión 65 y Juntos, lo que se observa es que los lugareños han regresado a sus casas, muchas de ellas lejanas de la zona céntrica en la que se ubican la Municipalidad y el Tambo del Ministerio de Vivienda. Así, los comuneros solo bajan los días de pago para recibir el dinero de los programas sociales, y con ese sobreviven los 30 días de cada mes.

El Ministerio de Inclusión y Desarrollo Social (MIDIS) y el Ministerio de Agricultura, junto al Ministerio de Vivienda, tienen que trabajar en programas de carácter transversal que permitan que nuestros compatriotas —sobre todo de la zona alto andina— cuenten con oportunidades reales de acceso a mejores oportunidades. Esto pasa por invertir en tecnología, pero también por dotar a los funcionarios de competencias financieras y habilidades empresariales que los ayuden a salir de la situación de pobreza en la que se encuentran.

Fuente: El Montonero