El incremento sustancial en la expectativa de vida a nivel global, trae consigo importantes retos de política pública, en particular en el ámbito de la protección de la vejez.
Asociación de AFP
2 enero, 2024
Por Joaquín Rey, asesor en políticas públicas de la Asociación de AFP.
El progreso de la medicina y el avance en el acceso a servicios básicos ha permitido un incremento sustancial en la expectativa de vida a nivel global en las últimas décadas. Este es un extraordinario logro que no es ajeno al Perú. De hecho, en nuestro país, la expectativa de vida hoy es de 76.5 años, 10 años mayor a la registrada en 1990.
Aunque se trata de una gran noticia y es reflejo del progreso humano, es también un fenómeno que trae consigo importantes retos de política pública, en particular en el ámbito de la protección de la vejez. Y es que resulta inviable cubrir una pensión de jubilación durante un periodo más largo si la duración de la vida laboral se mantiene fija. En otras palabras, no se puede aspirar a recibir una misma pensión durante más años si es que no incrementamos los años de aporte o el volumen de los aportes. No es un problema ideológico, es un problema meramente aritmético.
Este desafío es especialmente agudo en países de Europa y Asia, donde el envejecimiento poblacional es aún más pronunciado. Es por ello que en los últimos años diversos países han tomado medidas de “ajuste paramétrico”, es decir, incrementos en la edad de jubilación o en el volumen de los aportes previsionales. Un caso particularmente conocido es el de Francia, donde el incremento de 62 a 64 años en la edad de jubilación causó gran conmoción social.
Medidas de esta naturaleza parecen aún lejanas para el Perú. No obstante, la tendencia de envejecimiento poblacional sí tiene implicancias que deben ser tomadas en cuenta en el actual debate de reforma previsional en nuestro país. Concretamente, implica que debemos evitar ampliar el modelo de reparto (que caracteriza a la ONP) y que más bien se debe fortalecer y ampliar el modelo de capitalización individual (que caracteriza a las AFP).
En los modelos de reparto (donde todos los aportes de trabajadores van a un pozo común), el envejecimiento poblacional lleva a que eventualmente los recursos requeridos para pagar pensiones sean mayores a los recursos recaudados por aportes. De hecho, esto es lo que pasa hoy en la ONP, lo que la convierte en un sistema inviable y que está quebrado.
De otro lado, en el modelo de capitalización individual, en el que cada trabajador tiene su propia cuenta, la pensión se construye con los aportes individuales y la rentabilidad generada. Por ende, este modelo es sostenible por definición.
Es fundamental que la propuesta de reforma de pensiones, que será debatida próximamente en el Congreso, tome en cuenta las características y evolución de nuestra demografía, y así consigamos un sistema que funcione mejor para mucho más peruanos.